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El enamoramiento, una confusión cultural.

La terminología utilizada durante siglos para hablar del mundo emocional y del amor romántico ha estado llena de misticismo, religión, conflicto social, sexismo, etcétera. Hasta tal punto que la ciencia ha ido concretando y delimitando (no sin esfuerzo) cada uno de los términos que usamos al hablar de nuestras emociones. Sin embargo, en numerosas ocasiones, por mucho que la ciencia haya delimitado el uso de ciertas palabras, la ciudadanía no se percata de ello y sigue usándolas e interpretándolas como siempre se ha hecho. A este respecto, si nos centramos en el ámbito de pareja, no os sorprenderá si os digo que el propio amor ha sufrido un sinfín de vueltas de tuerca, reconceptualizaciones y elaboración de teorías de todo tipo, que han conseguido entre todas crear una base teórica y conceptual desde la que cada profesional saca su «modelo de amor y pareja«.

Pero de eso no trata esta publicación, porque lo tengo reservado para más adelante. Hoy toca hablar no tanto de la definición de amor, que es mucho más compleja, sino de la definición de enamoramiento, que se usa inadecuadamente en casi todo el planeta y que su desconocimiento hace que millones de parejas en todo el mundo sufran rupturas  que se podrían evitar.

Así que la pregunta obvia es:

¿Qué es estar enamorado?

Para muchos, estar enamorado es amar, desear a alguien y punto (y asumiendo la variabilidad interpretativa de amar que cada uno tenga). Algunos dicen estar enamorados cuando simplemente les atrae otra persona, mientras otros utilizan el término cuando sienten mariposas en el estómago y se sienten como en una nube, pero…a pesar de que el término estar enamorado implique amar a alguien, desde la psicología y la terapia de pareja, el término enamoramiento hace referencia únicamente a una fase de la relación.
El enamoramiento es únicamente la idealización temporal de esa otra persona (que se manifiesta con mariposas en el estómago y la sensación de que todo es perfecto), y respondería supuestamente a un mecanismo adaptativo para favorecer la reproducción y la formación del vínculo previo a la paternidad. Es un impulso para conocer a la otra persona e ir verificando si encaja con nosotros, pero lleno de sobrevaloraciones. Esta fase de enamoramiento suele durar entre unos meses y un año y algo, dependiendo de la situación vital de cada pareja (de hecho, hay parejas que no pasan por el enamoramiento, generalmente por haber vivido traumas que les impiden idealizar a alguien), y se repite en ocasiones (aunque con menos intensidad) a lo largo del ciclo vital de la pareja. Es por esto que surge el famoso «no es por tí, es por mí» que muchas parejas sueltan, ya que vivir en la idea de que el amor puede ser perfecto, de que existe la media naranja que tanto nos han vendido, logra hacernos sentir mal, como que «no le quiero como antes» o que «no le merezco», etcétera.

Lógicamente cuando se va el enamoramiento, la magia, las mariposas y la ilusión exacerbada se transforman en amor realista, que requiere esfuerzos y se debe aceptar la imperfección de la pareja. En este momento, muchas parejas ven sus sueños e ilusiones rotos ante la cruda realidad de un amor imperfecto y deciden abandonar para seguir buscando en otro lado.

Espero que con esta aclaración muchos de vosotros comencéis a darle el uso y la interpretación adecuados, y espero contribuir a salvar a alguna que otra pareja de la ruptura con esta publicación, porque en la terapia de pareja me encuentro cientos de casos de este tipo que demuestran el desconocimiento que hay de este tema en la sociedad.

Cualquier duda, podéis enviarme un whatsapp, un e-mail, o comentar la publicación y os atenderé encantado.

Un abrazo.

José A. Juárez – Psicólogo Afectivo

Citas: 607465303

El compromiso en la pareja: las cadenas del amor

¿Alguna vez te has sentido atado/a a tu pareja? El compromiso no implica obligación, dependencia o esclavitud. Hay un concepto cultural muy distorsionado sobre lo que es el amor, culpable de la gran mayoría de los homicidios por violencia de género y violaciones en el mundo.
El peligro no está en si tu pareja es violenta o no, porque la ausencia de violencia no asegura la felicidad. El peligro real está en las creencias rígidas de cómo debe ser una pareja. Esas creencias llevan a obligaciones, roles y tareas excesivas que destruyen el respeto y el crecimiento personal por considerar que «debe ser así, y punto». En este aspecto, resulta irónico ver como millones de parejas en el mundo se vuelven cada vez más infelices a medida que se acercan a su ideal de pareja feliz. Si sientes que no eres del todo feliz en tu vida amorosa o sexual (con pareja o sin ella) o simplemente quieres asesorarte con respecto al modelo SANO de pareja, consulta nuestros servicios y tarifas.

José A. Juárez – Terapeuta sexual y de pareja

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La incertidumbre

Te sitúas mentalmente dentro de unos cuantos segundos, varias horas, días, meses o años…y no puedes afirmar con certeza lo que ocurrirá. Una sensación de malestar recorre tu cuerpo, te cambia el ánimo y te genera emociones enfrentadas: miedo e ira luchan por dominarte, confirmando ese pensamiento de que no tienes control sobre tu vida. Impotente, reaccionas de formas que la gente no espera de ti. Unos dicen que has cambiado, otros que tienes un problema y estás desesperado.
 
Cuando llegas a casa, todo tiene que estar en su sitio, como siempre está. Si se te cae un vaso, parece que se acaba el mundo y te echas a llorar.
 
¿Os suena?
Seguro que a vosotros o a algún conocido le ha pasado algo similar. Todo se debe principalmente a algo que viene de regalo con eso que llaman «vivir», y existe desde que el mundo es mundo (podría decirse que lo respiramos en cada aliento), pero parece que cuanto más avanza la civilización, menos lo toleramos. Está en todas partes y en todo momento, y es invencible. Incertidumbre. Así se llama el virus que consigue enfermar a los que tienen las defensas bajas.
 
Nacemos con una tolerancia a la incertidumbre normal, pero con el tiempo, las expectativas rotas van dejando huella y asustándonos cada vez que anticipamos algún cambio importante en nuestras vidas. Un cambio importante es lógico que genere ansiedad, pero…¿cosas del día a día?.
Sin embargo, hay personas que son capaces de irse de su país de origen, lejos de sus familiares y amigos, y sentir que pueden afrontar lo que la vida les depare. Ese debería de ser el ser humano actual, alguien que al margen de quedarse o irse, pudiese decidir sin que el miedo (que aún así lo sienten) a las experiencias nuevas lo paralizase.
 
El problema surge cuando un ser humano LIBRE, tiene miedo de la vida, de las sorpresas, los cambios de planes y los retos, y por eso no lleva a cabo sus sueños, ni la vida que un día decidió que quería vivir. No significa que esté enfermo, ni condenado. Viviendo la vida, a veces nos encontramos en callejones oscuros sin darnos cuenta, y no vemos la salida, pero la hay.
 
Por eso, si conocéis a alguien que esté pasando por una etapa así en su vida, y veis que no consigue salir por su propio pie haciendo uso de sus recursos (amigos, pareja, familia…), recomendadle encarecidamente que acuda a un profesional.
 
Y desde aquí me gustaría agradecer a todos los psicólogos/as, compañeros/as de profesión, que a pesar de las dificultades económicas, luchan como yo por prestar un servicio económico a las personas que están ahí fuera, que son justamente las que más apoyo necesitan por tener menos recursos.
 
 
 

José A. Juárez – Terapeuta sexual y de pareja

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En contra del sexismo: ¿es oro todo lo que reluce?

Para comenzar, debemos acercarnos primero sabiendo de lo que vamos a hablar. El sexismo implica una actitud o comportamiento discriminatorio por razón de sexo.
 
Nada más empezar ya hay que romper un prejuicio terminológico para poder entender con claridad lo que vamos a argumentar sobre el sexismo. Me refiero a la tan conocida discriminación.
 
La discriminación no es algo malo necesariamente. Tanto escuchar en las noticias esta palabra rodeada de connotaciones hirientes y degradantes…la tenemos muy asociada a la injusticia. Sin embargo, la discriminación no es más que la agrupación de elementos en diferentes categorías para un determinado fin. Que sea discriminación positiva o negativa dependerá de si ese fin crea ventaja o desventaja. De hecho, discriminar es sinónimo de diferenciar. Pues bien, hay que reconocer que implica desigualdad. Pero la desigualdad, la diferencia, la variedad, ¿es mala? Sólo si se utiliza como excusa para sobrepasar ciertos límites.
 
Habiendo aclarado términos, podemos pasar a reflexionar sobre lo que nos interesa, el sexismo. Que curiosamente, existen varios tipos. En este caso vamos a centrar la atención sobre el sexismo hacia la mujer, por ser el más obvio, sin menosprecio del sexismo real que sufren también los hombres.
 
Lógicamente todos conocemos el sexismo “malo:
Prejuicio y limitaciones sobre el rol de la mujer reducido a limpiar la casa, satisfacer al hombre, tener hijos y criarlos. También a nivel laboral: menos salario, marginación/exclusión al optar a puestos de trabajo que requieran fuerza física, etc
 
Sin embargo, a algunos les sorprenderá que en ocasiones podemos encontrarnos con referencias a un sexismo bueno, sutil, camuflado…que hace alusión al trato positivo de los hombres hacia las mujeres y que fomenta una imagen de ellas como frágiles, inocentes y dulces. Se suele utilizar el término de micromachismos para definir estas conductas.
 
Conductas detallistas como abrirle la puerta para que pase, dejarle nuestro abrigo o llevarle las bolsas de la compra, son para algunas signo de infravaloración. Pero aquí es donde viene el motivo por el que he decidido redactar esta publicación.
 
Todos sabemos lo que es mimar y cuidar nuestro pequeño tesoro, ese “algo” que queremos conservar en perfecto estado. Por eso pongo en cuestión que las conductas detallistas sean sexismo positivo. Para hacerlo más sencillo, vamos a trabajar con un ejemplo claro: llevar las bolsas de la compra. El resultado de dicha conducta dependerá (no exclusivamente) de las actitudes que presenten ambos. Vamos a presentar para ello dos situaciones:
 
Hombre contento – Mujer desanimada
Al volver de la compra, el hombre decide, como hay pocas bolsas, pero pesadas, llevarlas él, que no le importa ya que la mujer parece que no ha tenido un buen día y no quiere que se agobie.
 
Sin embargo, al haber tenido un mal día, la mujer se siente incompetente y ofendida por un gesto que aunque no fuese prejuicioso, ella lo interpreta como: “él piensa que soy una floja y no soy capaz”, siendo claramente un pensamiento alterado, reflejo del malestar.
 
Hombre desanimado – Mujer contenta
Invirtiendo los estados de ánimo, el hombre tendería más a sentirse forzado por su rol de aliviarle el peso por educación a la mujer, y a ver de este modo la “injusticia”, también provocada por el malestar. En cambio, la mujer miraría al hombre con ojos vidriosos y se sentiría halagada por el favor.
 
Lógicamente, hay infinitas opciones de cambio, como que la mujer se sienta culpable o preocupada por el esfuerzo del hombre, o que el hombre en su mal humor decidiese no llevar nada, pero he buscado ejemplificar concretamente unas situaciones que vemos frecuentemente y que reflejan dos posturas opuestas.
 
Reflexión de la situación 1
¿Hay sexismo positivo? Los motivos del hombre no eran necesariamente la “debilidad” de la mujer, por lo menos conscientemente.
¿Es entonces sexismo subconsciente o, como dicen, imperceptible porque está demasiado arraigado en la sociedad?
¿Es justa la ofensa que siente la mujer?
 
Reflexión de la situación 2
Este caso es muy similar, aunque con los roles invertidos. Se pueden realizar las mismas preguntas cambiando los papeles, por lo que saltamos a la parte importante y menos obvia.
 
¿Está el hombre sufriendo sexismo camuflado cuando la mujer deja que él haga su rol de fuerte sin ayudarle?
 
Llegados a este punto, la conclusión a la que llego es que en muchas ocasiones la sociedad no se para a distinguir entre una conducta sexista, y una conducta tachada de sexista por culpa de una ofensa (para que se entienda, cuando no hay mala intención ni discriminación, pero de todas formas la otra persona se ofende). Eso es lo que yo llamo falso sexismo.
 
El sexismo y la discriminación están ahí, y sinceramente, es una vergüenza, porque todos somos humanos, y ya bastantes condicionamientos físicos tenemos por nacer de un determinado sexo, altura, metabolismo, etc… como para que la sociedad también discrimine negativamente por ello sólo con verte. Es justo que se cobre más o menos según el rendimiento y la eficiencia REAL al desempeñar el trabajo, pero no es ahí donde está el problema, sino en que desde el minuto 0 se cobra más o menos por ser de un determinado sexo o incluso género.
 
El problema no está en juzgar, sino en prejuzgar.
No pretendo defender conductas inadecuadas y prejuiciosas con este artículo, ni mucho menos defender al hombre de las críticas de la mujer o todas esas tonterías de las que se suele tachar a la gente que reflexiona y opina según su moralidad, en vez de repetir lo que todo el mundo dice por miedo.
 
De hecho, puede que bastante gente piense que al ser yo un hombre, es lógico que piense así y no defienda a las mujeres (que justamente las defiendo porque el sexismo malo y real sigue ahí). Pero justamente esas personas estarían incurriendo en un prejuicio contra el que luchan. Juzgar que lo que uno dice o hace es por su género, y no por su experiencia y razonamiento moral.
 
Procuremos todos ponernos en el lugar del otro e intentar empatizar hasta con nuestro peor enemigo, y quizás nos demos cuenta de que todo el mundo tiene sus motivos para comportarse de cierta forma, aunque no siempre esté haciendo lo correcto según nuestra moralidad. Igual que el homicida que mata a sus hijos o la madre que abandona a un recién nacido en un contenedor… todos podemos llegar a tener algún día una vida oscura y deprimente que nos fuerce a la locura y a tomar las decisiones extremas. Es por eso que todo mi trabajo se basa en ayudar a la gente a adaptarse a la vida, para que sepan tomar el control de su vida antes de que sea demasiado tarde. Mis más sinceros respetos y condolencias a todas esas personas, parejas y familias que viven hoy en día situaciones desesperadas.
 
La finalidad de esta publicación es que cada uno reflexione sobre la clara diferencia entre mejorar el mundo fomentando la igualdad (de derechos, porque todos somos diferentes), y la necesidad irracional de buscar un culpable en quien proyectar nuestra indignación de que la vida no es justa.
 
¿¿Se nota que es un tema controvertido eh?? Cómo me he enrollado, ¡madre mía!, pero es algo que me encuentro tanto en la consulta durante la terapia de pareja, que nunca está de más delimitar el tema del sexismo.
Ahora os toca a vosotros. Os invito a que comentéis y compartáis con respeto abiertamente lo que opináis al respecto.  ¡¡Se aceptan todo tipo de opiniones!!
 
 
Un abrazo enorme.
 

José A. Juárez – Terapeuta sexual y de pareja

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Las comparaciones…¿Son odiosas?

Me habría encantado conocer al que creó la coletilla de «Las comparaciones son odiosas»
Porque si nos ponemos a pensar…¿Es agradable, o desagradable que nos comparen con otras personas?
Pues según la comparación. Porque como todo, tienen su valor adaptativo o desadaptativo según la persona y el contexto. Esto se hace especialmente patente a la hora de convivir en pareja, ya que las comparaciones tienen una doble faceta: se pueden usar para desgarrar el vínculo y distanciar a quien amamos, se pueden usar como herramienta para fomentar la estabilidad en la pareja. Así que conviene saber usarlas, vamos al lío.

Como bien han llegado a concretar ciertos estudios, podríamos diferenciar dos tipos de comparaciones:

Comparaciones hacia abajo: Consisten en comparar algo con algo peor. Sirven para elevar la autoestima y la seguridad. Nos hacen estar a gusto con lo que tenemos, como somos.

Comparaciones hacia arriba: Consisten en comparar algo con algo mejor. No, no son para bajar la autoestima. Sirven para mostrarnos las opciones de avance que nos da la vida. Para demostrarnos que las cosas se pueden hacer aún mejor (como la envidia, ¿recordáis?)

Ahora bien, ahora es cuando entran dos factores muy importantes en juego. Lo que estamos comparando (belleza, personalidad, aptitudes…etc) y la persona que recibe la comparación.

Con respecto a lo primero, es muy importante saber si lo que estamos comparando es algo que se pueda cambiar a mejor, o es algo estático.

Y con respecto a lo segundo, la persona, lo primero es mencionar que «mejor» o «peor» es algo muy subjetivo, y que depende del entorno del individuo. Por otra parte, si el individuo que recibe la comparación es alguien con tendencia al estancamiento, al sedentarismo y al conformismo…las comparaciones hacia arriba solo van a recordarle que mejorar conlleva esfuerzo, y que no está dispuesto a hacerlo. Eso quiebra la autoestima, más que impulsarle hacia un mejor «yo».

Es por todo esto por lo que me habría encantado conocer al creador de la coletilla. Podría contestar a mis preguntas. ¿Era una persona estancada y conformista, que se molestaba cada vez que le recordaban que se puede ser mejor pero no hace el esfuerzo?
¿O simplemente era  una persona que quería cambiar muchas cosas que no era posible cambiar? ¿Esas cosas que no dejaba la sociedad de recordarle que no iba a tener jamás?

Fuera cual fuese el caso, lo recomendable es comparar hacia abajo cuando hace  falta levantar el ánimo, y comparar hacia arriba cuando tengamos el ánimo y queramos saber qué mejorar.

No solo sirve para nosotros. Podemos usarlo cuando veamos que alguien está desanimado (aunque muchos ya lo usan sin haberlo estudiado). Eso sí, está claro que en el ámbito de pareja a veces las emociones que desencadenan las comparaciones con terceras personas son muy potentes y pueden llevar a los celos, de los celos a la infidelidad, y de la infidelidad al lado oscuro  a la ruptura, así que conviene desarrollar cierta intuición antes de comparar de forma eficaz. Es cuestión de motivar para mejorar, no de meter el miedo en el cuerpo y desmotivar.

Lo importante no es en sí comparar, sino el concepto de comparación eficiente, que como véis puede cambiarnos la vida. Ya hemos metido una expresión muy común en la batidora y le hemos sacado una versión nueva: «Ciertas comparaciones son odiosas, otras como rosas»

Muchas comparaciones os deseo, ¡pero que sean eficientes!

José A. Juárez – Terapeuta sexual y de pareja

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