«El conocimiento no es sabiduría. Sabiduría implica saber usar ese conocimiento»
Con la dependencia emocional sucede igual. Hace años casi nadie había escuchado hablar de la dependencia emocional, y en cambio ahora con sus más y sus menos, bastante gente sabe lo que es. Pero aquí es donde viene el siguiente paso: aunque sea algo muy conocido, la dependencia emocional sigue siendo algo que en esta sociedad cuesta enormemente reconocer a nivel práctico. Hablamos mucho de ella, pero no sabemos sus límites, cuando sí y cuando no. Esto se debe al famoso engaño cultural del que continuamente estamos hablando, ese engaño del amor romántico que promueve la idealización y el sacrificio por la persona amada. Sufrir por amor parece algo «sano», algo bonito y deseable. Ahí está el problema, como siempre.
Podríamos definir la dependencia emocional como una inseguridad del individuo que necesita de refuerzo social (mimos y halagos) para poder aliviarse. Esta baja autoestima implica que el individuo se siente mal e inferior si no tiene a nadie cerca que le diga lo contrario. Las personas con dependencia emocional necesitan estar en pareja y casi todo el tiempo juntos, algo que culturalmente se podría llamar «romántico» y no se vería el problema.
Esto supone convertir una relación en una montaña rusa de culpa, inseguridad, frustración y llanto. Una persona emocionalmente dependiente es como una mancha de humedad, que al principio la pintas y solucionado, pero vuelve a salir cada vez que la pintas, sobrecargándote de trabajo por ver la pared en buen estado (la relación), cuando realmente no lo está. Intentar llenar esa necesidad insaciable en la otra persona es un trabajo del que la pareja no es responsable. El amor comprende hacer favores y algún esfuerzo, pero no sacrificio.
El primer paso para superar una dependencia emocional es ser consciente de su origen y cambiar el chip. La inseguridad afectiva suele provenir de alguno de los siguientes 3 factores, que no son excluyentes y suelen solaparse:
- Autoestima. Lógicamente, no valorarnos a nosotros mismos es una buena apuesta por la dependencia emocional. La autoestima es la base de esa necesidad de afecto, por lo que determinar qué aspectos de nuestro recorrido vital nos han convencido de que no merecemos la pena, es algo fundamental. Los dos factores siguientes influyen en la construcción y consolidación de la autoestima.
- Apego inseguro en la infancia. El tipo de comportamientos que nuestros padres usaban cuando eramos peques influye en la forma de ver el mundo emocional y las «reglas del juego» amoroso. Dar un beso todos los días, hacerlo o no como obligación, las discusiones familiares, etc… influyen en la construcción de una autoestima estable o inestable, según si eso nos hace sentirnos queridos o no.
- Creencias sobre el amor. Hay personas que no tienen tan mala autoestima, pero llegados a cierta edad comienzan a absorber cultura. Cine, libros, canciones…y a empaparse de historias de carácter romántico, llorando de emoción y elevando el concepto de pareja a lo más alto de la felicidad. Así, estos modelos de amor se combinan con las historias amorosas de amigos y familia para dar forma a nuestra idea de amor. Esto, aunque puedan parecer pocas ideas generales que cambiar, suponen cientos de comportamientos puntuales, actitudes en el día a día y normas, que para una pareja ya formada y con sus costumbres supone un gran esfuerzo cambiar.
Sin embargo, es bastante frecuente que las personas con dependencia emocional se atraigan entre sí y terminen formando una pareja, en cuyo caso estaríamos ante una situación de codependencia. Los dos miembros aportan mucho afecto continuamente para recibir también mucho, por lo que se encuentran continuamente recompensados, por lo que podría parecer la situación ideal, pero no es ni de lejos así. Caer en una relación de codependencia supone los siguientes efectos:
- Se camufla la baja autoestima, pero sigue ahí.
- La fase de enamoramiento es excesivamente intensa, y por lo tanto inestable.
- Se vuelven más dependientes y adictos si cabe el uno del otro.
- Se idealiza la relación como algo perfecto.
- Al estar constantemente adorándose y compartiendo tiempo, el hábito hace que pierdan valor las señales de afecto y que nos aburramos de estar con nuestra pareja. La monotonía hace su aparición.
Como podéis ver, la codependencia lleva a la creencia de que todo es perfecto, y a la vez fomenta la habituación, por lo que se convierte en una droga que cada vez nos hace menos efecto y necesitamos más, llegando hasta el punto en el que hasta separarse un rato por motivos de trabajo supone un síndrome de abstinencia brutal que altera la vida de la pareja sobremanera y anula la autonomía y el crecimiento personal completamente. Ninguno de los dos puede permitirse estar apático o un poco triste por algo, porque llega a suponer para la pareja una señal de que la relación se está acabando.
Ya va siendo hora de cambiar la mentalidad de la gente y aceptar que el amor romántico es un enemigo de nuestro bienestar. Difundid este conocimiento con sabiduría, aplicadlo en vuestro día a día y seguid construyendo vuestra felicidad.
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Un abrazo.
-Jaju-
José A. Juárez – Terapeuta sexual y de pareja
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